Chisme va…chisme viene

Nada como darte una vueltecita por el mundanal ruido y comprobar de primera mano que vivimos rodeados de gente que sólo se “alimenta” del cotilleo para ascender en la jerarquía social. Todo con el único fin, creo, de hacerse valer a costa de “la vida del prójimo”.

Y para “alimentarse bien”, su deporte favorito es rajar a diestro y siniestro juzgando los pasatiempos ajenos fingiendo que no les importan pero “quitando la piel a tiras” a la primera de cambio. O a llevar y traer cuentos añadiendo algo de su propia cosecha de manera que el final nada tiene que ver con el principio.

Vaya por delante que todos somos cotillas, pero los hay que tienen una verdadera enfermedad en grado severo. ¿Y los peores? Esos que juran y perjuran que no les interesa la vida de los demás pero en cuanto tienen la más mínima oportunidad… ¡zasca!, van y sueltan eso de “me dicen que dicen que…” cargado de un falso amiguismo que, con la edad que gasto, todavía me hace pensar y repensar a ver cómo le digo a este personaje que me importa un pito su opinión y de quien dice que dicen que hago.

Afortunadamente, somos legiones los que hace tiempo entendimos que aunque el entorno (del que forma parte esta panda de ansiosos) es muy importante en nuestra vida, mucho más lo somos nosotros. Y que jamás dejaremos de ser lo que queremos. Os guste…o no, queridos correveidiles.

¡Ayyyy, envidiosillos de medio pelo! ¡Pedazo de insatisfechos! No sabéis cuánto se agradece vuestro interés. Al fin y al cabo, no todos los días encuentras gente dedicada en cuerpo y alma a especular sobre la vida de los demás. Pero os informo que quien padece esta enfermedad sufre. Y mucho. Porque solo sirve para los que se aburren de su propia vida y para entretener a aquellos que tienen vidas vacías. Siempre habrá alguien a quien no podáis alcanzar. La vida es así de cruel…para vosotros.

Aun así tengo una buena noticia, vulgares contertulios: esa atracción fatal que tenéis hacia lo ajeno se cura. Y por muy arraigada que tengáis esta dolencia, no hay mal que cien años dure.

Pasa por asumir, pero de verdad, que nadie es perfecto. Y que eso es maravilloso. No se trata de luchar contra vosotros mismos. Sólo…cambiar el rumbo. Porque cotillear no es el mejor de los pasatiempos, no nos engañemos. Es emoción en estado puro desde su lado más salvaje. Y el subidón que provoca es mero espejismo. Ese comadreo que tanto os gusta implica que la imaginación se desboque hasta límites obscenos y al final, os haga “pupa”. Que eso de que relaja tensiones, anima y calienta el ambiente es… ¡MENTIRA!

Queridos alcahuetes: Entre chisme va y chisme viene os olvidáis de que a la vida se viene a pasar el rato, pero… ¡a pasarlo bien!

¡Dejad de enredar!

 

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

 

 

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